La Resistencia tiene nombre de mujer




El 4 de agosto, asistimos en Ramallah a una muestra de asociaciones de mujeres en la que participó la asociación Sunflower de Al-Ram de la que es responsable Fadwa y a la que todavía no conocíamos personalmente. Nos encontramos allí con Fadwa, Ruba y otras mujeres que participan en la asociación y que exponían allí los productos que fabrican en los talleres.

Poder hablar con Fadwa con tranquilidad no fue fácil, porque estaba bastante ocupada. Ahora, después de haber compartido días con ella, puedo entender porqué. Mi primera impresión sobre ella no andaba nada equivocada, es una mujer palestina con una personalidad arrolladora, es pura energía, puro movimiento, tanto que al intentar hacerle una foto todas me salían movidas. Ella tiene una mirada llena de energía, de fuerza, de ideas que fluyen y se expresa de tal modo que te convence a cada palabra. Es una de esas personas con las que conectas a la primera. Te miras y ya estás en línea. Impresionante.

De repente la conversación con ella derivó a la forma de vida en Palestina, como no puede ser de otra manera. Ella en primera persona nos explicó su experiencia, como palestina con permiso de residencia israelí para vivir en Jerusalén. Sacó de su bolso su tarjeta y nos la mostró explicándonos que ya en 1967 Israel repartió tarjetas de residencia entre los palestinos. En Gaza de color naranja, en Cisjordania de color verde y en Jerusalem de color azul. –Fíjate (nos dice poniéndose la mano en la cabeza, como pensando) ya entonces tenían la intención de separarnos. Y así es, más de 40 años después.

La cuestión no es si se tiene o no este permiso (que no es fácil) sino para qué sirve. Esa tarjeta azul te permite cruzar el check-point, sí, pero y ¿todo lo demás para poder vivir en Jerusalem? Pues todo lo demás son trabas. Por ejemplo: si quieres construir una vivienda, tienes que pagar el doble de lo que te cuesta a la autoridad israelí. ¿Quién puede pagar eso? Nadie. Si quieres alquilar una vivienda en Jerusalem, prepara 1000 shekels más las tasas para la autoridad israelí, ¿quién puede pagar eso? Si necesitas ir al hospital, utilizas hospitales específicos para palestinos que carecen de infraestructura y de nuevas tecnologías para atender a todos los palestinos (incluidos los heridos por bombardeos en Gaza). Y así podría seguir. Escucharla, fue de nuevo sentir que el vello se erizaba en todo mi cuerpo y que un nudo se me hacía en la garganta. ¿Cómo se puede vivir así? Expulsado de tu propio país de tu propia ciudad. Sólo llevaba allí 4 días, esto acababa de empezar.

Bastantes días después y habiendo ya visto con nuestros propios ojos lo que es la vida en Palestina, volvimos a encontrarnos con Fadwa, esta vez en su asociación, en Al-Ram.
Al-Ram formaba parte de Jerusalén, hasta que el muro dividió éste y Al-Ram quedó en lo que hoy llaman Jerusalén Este. Muchos de los que viven aquí, tenían a su familia o su trabajo allí mismo, a cinco minutos, ahora, para poder llegar han de cruzar el muro a través del check-point de Qalandia, uno de los más transitados i complicados y por el cual, como ya sabéis sólo se puede pasar si se dispone de un permiso especial israelí. Lo que más me impresionó de Al-Ram, fue llegar por el lado del muro, de hecho grabé el recorrido y ahora cuando lo veo aún me sigue impresionando. El famoso muro… el muro de la vergüenza, que recuerda cada día a los habitantes de Al-Ram que están separados de sus familiares, de sus amigos, de lo que antes fue su casa.


Allí al lado del muro nos recogió Fadwa y nos llevó a la asociación. Nos explicó brevemente su labor, que para empezar es una labor de protección del medio ambiente y de las personas… sí, sobretodo de las personas. Porque a través del trabajo de la asociación, como de las otras que hemos conocido, se consigue la unidad del pueblo, la resistencia y por supuesto, la lucha por una vida digna.

Esas no eran las primeras palabras de Fadwa, pero nos emocionaron igual que las siguientes. El fuego que desprende su mirada, sus gestos, el brillo de sus ojos te hacen totalmente partícipe de todo lo que te está explicando. Ella cree firmemente que se debe luchar y así lo hace. Nos contó cómo se malvive en los barrios de al lado del muro en la parte israelí, donde llegan (permitido por la autoridad israelí) drogas y armas, y que se han convertido en guetos. Nos explicó los muchos problemas que tienen por culpa de la ocupación israelí, y  no sólo nos los contó sino que nos los mostró. 

Gracias a Fadwa y a todas las personas que la acompañaban, pudimos vivir de primera mano los problemas que tienen los palestinos para pasar el check-point de Qalandia. Con ellos visitamos el otro lado, el que una vez fue Palestina. Pudimos conocer también el barrio de Jaba, aislado por la construcción de una carretera y de un asentamiento israelí. Fuimos a la casa de Alí, el niño asesinado junto a su familia en julio. Pudimos hablar con el padre de Mohamad, un preso (por detención administrativa) que llevaba entonces 62 días en huelga de hambre y estaba en coma y aquel día pudimos cerciorarnos de como el ejército israelí carga contra manifestaciones pacíficas como la que nos encontrábamos. Incluso pudimos acompañar a Fadwa a Ramadin, un lugar al sur de Palestina, donde viven beduinos obligados a abandonar su forma de vida y a asentarse en un lugar remoto, aislado y rodeado de colonos.

Los pocos días que estuvimos con Fadwa, fueron intensos, llenos de emociones como el resto del tiempo en Palestina. Pero Fadwa nos mostró como la fuerza de una mujer palestina puede ser una guía y un apoyo para muchísimas personas. Su pueblo nos enseñó que es una líder, una mujer íntegra que cree en la lucha por los derechos humanos y que ocupa un lugar destacado en un mundo en el que ser mujer y palestina no es nada fácil.

Espero que algún día nos visite y podáis comprobar con vuestros propios ojos y oídos que lo que os digo no es ni la mitad de lo que esta mujer transmite. 




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