Nuestro trabajo está tocando a su fin. Hasta el día 17 el grupo de 6 estuvimos juntos, luego Txell i Alfons regresaron a Barcelona. Hoy nos hemos despedido de Nuria que continúa su aventura en solitario y Mei, Carlos y yo seguimos un poquito más. Nos vamos a Jordania a conocer a una organización que lucha por los derechos de la mujer.
El camino es una aventura más. No hay un transporte directo de Ramallah a Amman. Cogemos un bus en Ramallah hasta Jericó y allí un taxi nos lleva hasta la frontera con Jordania. Bueno, no exactamente hasta la frontera. Nos lleva a un paso de Palestina a la frontera, allí después de tener el permiso de la policía palestina, cogemos un bus que nos deja en el check point israelí. Allí, aún teniendo el visado de entrada a Jordania ya tramitado, nos exigen pagar unas tasas al gobierno israelí, pasar un par de controles más y recoger nuestras maletas para subir a otro bus que cruza el puente de Allenbey y llegar a territorio jordano.
Durante muchos kilómetros de camino a Jericó hemos pasado al lado del muro, que aquí es una valla electrificada. La propia carretera ha devastado a su paso campos de cultivo y casas. Algunas se mantienen en pie, cerca de la carretera. Cerca de las vallas, los asentamientos se aproximan, ampliando su zona de seguridad, extendiendo su brazo, acaparando terrenos. Aquí el gobierno no negocia contigo la venta del terreno antes de expropiarte para construir una carretera, aquí, sencillamente te echan de tu casa y si no te vas la tiran contigo dentro.
Más muro, kilómetros de hormigón a uno y otro lado de la carretera. A los laterales, en los campos que quedaron devastados, sin cultivo, puedes ver algunos campamentos de beduinos que han sido “trasladados” obligatoriamente de un lado a otro y no saben cuánto tiempo les será permitido vivir allí.
Llegamos a Jericó, ya lo conocemos, estuvimos hace unos días. Así que, nos subimos a un taxi de camino a la frontera. El taxista, amable como casi todos los que hemos encontrado, nos pregunta si vamos por el lado palestino. “Claro” le respondo. Sabemos que con nuestros pasaportes y visados israelís podemos cruzar con mucha más facilidad por el lado israelí, pero no queremos. Estamos en Palestina y queremos que un taxista palestino nos lleve hasta su lado de la frontera. Si fuéramos por el lado israelí, nos dice: “sólo puedo llevaros hasta un punto, no puedo cruzar, y allí debéis coger otro taxi”. “Gracias, preferimos Palestina”.
Está todo bastante bien organizado, excepto el tema maletas. Nuestras mochilas viajaron por su cuenta y al ir a buscarlas, resultó que estaban desaparecidas. Nadie del personal israelí supo decirnos donde estaban nuestras maletas ni como reclamarlas, sólo nos decían “tendrían que estar aquí”. Al final, encontramos al conductor de uno de los autobuses que hablaba árabe y se ofreció amablemente a llevarnos allí donde posiblemente estaban nuestras maletas. Fuimos con él y las encontramos. Luego atravesamos el puente y estábamos en Jordania. Si os interesa saber las cuestiones prácticas, para pasar de Palestina a Jordania, pagas el visado jordano que nos costó más de 60 euros, luego pagas unas tasas israelís que nos costaron unos 30 euros. El bus de la zona palestina a la israelí 13 euros y el bus de la zona israelí al final del puente, ya en Jordania 8,5 euros. Luego allí necesitas un taxi para ir a donde quieras de Jordania, si vas a Amman, prepara unos 30 euros, porque hay una hora de camino. Total, que te ponen todas las pegas posibles para que no atravieses la frontera desde Palestina. Y nada de lo que pagas se lo queda la autoridad palestina… curioso no?
Y aquí estamos en Jordania, ese país al que los europeos venimos de turismo y que nos parece tan “occidentalizado y moderno” porque tiene una reina que no lleva pañuelo y viste fashion. A un país “democrático” donde el artículo 6 de la constitución no incluye el género como motivo de no discriminación. Donde las leyes familiares son muy perjudiciales para la mujer. Donde existen aún hoy crímenes de honor. Donde una mujer que se casa con un extranjero no puede dar la nacionalidad jordana a su hijo. Aquí en la democrática Jordania, donde tienen una cuota del 10% de mujeres en el parlamento… donde las escuelas son segregadas… donde se ratifican los acuerdos internacionales con respecto a la mujer, pero luego no se cumplen, donde el gobierno no da ayudas a las ONG, sino que tienen que buscar fondos internacionales para poder trabajar… estos días conocemos a algunas mujeres jordanas que luchan porque se respeten sus derechos.
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